El precio de la luz

Las palabras fluyen,
como un arroyo que se rinde al río.
Ideas brotan en mi cabeza,
nítidas, irreemplazables,
pero difíciles de retener.
Mi mente se dispersa,
vaga como si buscara
aquella chispa que se perdió en el trayecto.

Me siento nostálgica.
Extraño mi vida de antes.
Era un caos, sí—
pero era mío.

Hoy, en cambio,
siento que un extraño tiene el control.
Soy marioneta en manos ajenas,
y la cuerda que me movía con deseo
ahora solo me sostiene por obligación.

No soy quien era ayer.
Y aunque muchos celebran el cambio,
a mí…
a mí no me sienta bien.
No me reconozco en esta versión anestesiada de mí misma.

La destrucción era mi espectáculo favorito,
el clímax de mis días grises.
Y en las noches,
la oscuridad se encendía con neón,
con risas rotas,
con reuniones que aún hoy
me hacen sonreír en silencio.

Recuerdos que no pido perdón por tener.
Historias que no quiero olvidar.
La vida, entonces,
tenía otro sabor.
No era monótona.
No era tibia.

Mi vida eran las drogas,
y las drogas, mi vida.
Sí, lo digo con la voz temblando.
Porque ahora…
ahora soy un cuerpo en pausa.
Una caja vacía.
Un eco.

Me arrebataron lo único
que me hacía sentir.
Y aunque sé que la sobriedad
es la salvación para muchos,
para mí…
ha sido un funeral lento.

La luz regresó, dicen.
Pero esta luz no brilla,
no quema,
no enciende.
Es pálida.
Es fría.
Y yo,
yo extraño la chispa que me consumía.

PoemasDiana PólitComentario