Amor de una sola noche

En una fiesta cualquiera,
me sorprendió el amor.
Te vi por primera vez—
una silueta desconocida,
y sin embargo, ya inolvidable.

Irradiabas conocimiento,
curiosidad, presencia.
Capturaste mi atención sin pedirla,
como si el destino susurrara: es él.

Te observaba desde lejos,
deseando con cada célula
que acortaras la distancia entre nosotros.
Cuando por fin lo hiciste,
solo quería detener el tiempo.

No necesitábamos palabras.
Tu cercanía hablaba con elocuencia,
como si el silencio entre nosotros
fuese un idioma secreto
que solo tú y yo podíamos entender.

Te conocí apenas un poco esa noche,
pero ese poco supo a todo.
Quizás fuimos amigos por un instante—
o tal vez, eso solo vivió en mi imaginación.

La noche se extinguió,
y te vi alejarte,
creyendo ingenuamente
que habría un después.
Pero no hubo.

No volviste.
Ni tú, ni esa chispa fugaz.

Me resigné a amarte en una sola noche,
y descubrí, con extraña dulzura,
que a veces una noche basta
para escribir toda una historia
que solo uno recuerda.